2 de junio de 2013

De patos, gusanitos y arte contemporáneo


A veces la realidad pone delante de nuestras narices situaciones extraordinarias e inverosímiles a la vez que bellas e inquietantes que más parecen producto de la mente calenturienta de un artista contemporáneo que de los azarosos engranajes que mueven el mundo.
 
Hace veintiún años un buque de carga fue sorprendido por una tormenta enmedio del Pacífico. Como consecuencia de los violentos embates del océano y de las bruscas sacudidas se abrieron las puertas de uno de los contenedores, arrojando el buque al agua toda la mercancía: 28.800 patitos de goma. 
 
La imagen de los miles de patitos de goma navegando a la deriva se emitió en todos los informativos. La escena era ridícula, cómica, pero no por ello menos inquietante y simbólica. Si el grupo de patitos hubiera sido una instalación ideada por un artista contemporáneo emergente para un festival de relumbrón no pocos curator habrían percibido "una crítica soterrada a los excesos del consumismo en Occidente", o "una denuncia frívola del intensivo tráfico de mercancías que implica el capitalismo". No me cabe la menor duda de que todo un Ai Weiwei correría a firmar semejante Obra como propia.
 
A menor escala, el otro día en el Carrefour, la realidad me brindó otra situación llamémosla conceptual. Paseaba yo el carrito de la compra cuando frente a mí se desplegó la imagen de decenas de gusanitos desperdigados a lo largo del pasillo central del supermercado. Durante el intervalo de tiempo que transcurrió entre la rotura de la bolsa de gusanitos y el momento en que se presentó la empleada de la limpieza para recogerlos, presencié unas cuantas de escenas curiosas.   
 
Me retiré a un lado y me dediqué a observar la reacción de la gente frente al inopinado obstáculo. La mayoría miraba sorprendida al suelo y sorteaba los gusanitos con sumo cuidado. Otros, los más despistados, los pisaban y cuando caían en la cuenta de la profanación causada se apartaban a un lado con un gesto de disculpa dibujado en la cara. No transcurrió mucho tiempo hasta que se formó un tapón en el pasillo central.
 
Una vez superada la crisis me dio por pensar que las dudas y la inseguridad demostradas por la gente a la hora de enfrentarse a un montón de inofensivos y coloridos gusanitos bien pudiera tratarse de sensaciones provocadas a causa de una experiencia performativa pergeñada por un artista para, por ejemplo, "transmitirnos el concepto de la sustancia de la condición humana".
 
Acaso sea el acaecimiento de sucesos como estos los que definitivamente expliquen mis escasas visitas a exposiciones de arte contemporáneo, por aquello de que el arte imita a la vida,
 
y la vida, señores, al arte contemporáneo.
 
 

1 comentario:

weiss dijo...

Sobrecogedora escena la que recreas O_O Sin duda la hubiera firmado cualquier Ai Weiwei :D