20 de febrero de 2013

Tan lejos de Krypton

Vale. De acuerdo. Todos sabemos que existió la juventud de La Movida, que en España se dio toda una generación de jóvenes que desfasó durante los años de una democracia incipiente. Tierno Galván, Almodóvar y McNamara, el Rock&Ola, son iconos que hace mucho tiempo ocupan una hornacina en nuestro imaginario colectivo. Libros, películas, reportajes, series (la nueva temporada de la exitosa serie Cuéntame que actualmente emite La 1 sitúa la acción en los años de La Movida) nos lo recuerdan a cada instante. Vale.

Pero lo que muy pocos parecen saber es que al mismo tiempo existió una generación de niños que mientras en la radio de casa sonaban las canciones de Alaska y de Los Secretos jugaba a los clicks de famóbil, se merendaba un bocata de choped mientras aprendía a leer con las historietas de Mortadelo y Filemón y veía Barrio Sésamo durante las largas tardes inflamables.

Esta generación de niños es la que con el paso del tiempo vino a conocerse como La Generación X, a la que me adscribo. "X" de generación ignorada, de generación incógnita, de generación tachada.

Con la novela Tan lejos de Krypton (Onuba, 311 págs) su autor Daniel Ruiz García, un sevillano del 76, reivindica un hueco en la ficción literaria nacional para personajes protagonista tomados de esa generación de niños. La lectura de las peripecias del muchacho Lucas Cobos ha supuesto para mi una inmersión en la historia como en pocas ocasiones he experimentado toda vez que durante el desarrollo de la trama hay continuas referencias a series de TV, pelis, cantantes y cómics que resultan íntimamente familiares a tipos que como yo, vamos acercándonos a la cuarentena.

Deseo que Tan lejos de Krypton signifique el pistoletazo de salida a creaciones posteriores, de cine y literarias, en las que los protagonistas al fin sean esos niños que crecieron bajo la sombra hortera de La Movida.

Y que estemos ahí nosotros para disfrutarlas.

6 de febrero de 2013

En el SIMOF


Teresa disponía de dos invitaciones al Salón Internacional de Moda Flamenca (SIMOF) que se ha venido celebrando en Fibes durante la semana pasada. Dos pases para el desfile de presentación de la nueva colección de Rocío Peralta. Así que acudimos al Salón de Exposiciones y Congresos de Sevilla, fieles a la cita.
 
 Llegamos con una hora de antelación, de modo que tengo tiempo para tomarme un ron & cola en una de las barras montadas en el vestíbulo del SIMOF. Teresa y yo conseguimos hacernos con una mesa alta y desde allí podemos disfrutar con cierto interés antropológico de los distintos elementos que coadyuvan a componer un ambiente mega cool, propio (supongo) de una cita internacional de moda.

Llega la hora del desfile. Tomamos asiento, suena el lamento de Chavela Vargas y comienza el movimiento en la pasarela. (Valga aclarar que soy de los que estan convencidos de que hay pocos vestidos que logren realzar el privilegio de la hermosura de la mujer como el de flamenca. El traje se adhiere a las formas sinuosas y añade a la natural gracia femenina una fantasía primaveral de flecos, volantes y complementos ...... que no se puede aguantá. Hace mucho tiempo que el traje de flamenca me tiene ganado para su causa).
 
Así que arranca el desfile. La colección se llama "Un universo de colores" y está inspirada en la artista mejicana Frida Khalo. Las modelos van pasando, exhiben sombreros mejicanos, bolsas en bandolera y pañuelos que combinan magistralmente con vestidos de vivos colores. Atiendo al espectáculo con el mismo interés que si se tratase de un arte escénico, con sus breves cuatro actos, con el hilo argumental que preña la idea de la colección, con las bellas actrices/modelos que desfilan con la misma elegante desgana de femmes fatales, y con un happy end, un acto final, la apoteosis del pasillo que forman las maniquíes a lo largo del cual avanzan, bajo una lluvia de aplausos, la modelo principal y la diseñadora triunfal. Plas plas plas.
 
 
Termina el espectáculo y Teresa y yo salimos a la noche de invierno, hacemos el viaje de vuelta a casa con la grata sensación de haber descubierto una nueva forma de disfrutar de una velada nocturna y, sobre todo, albergando un deseo enorme de que llegue, al fin, la primavera.